la cosecha, actualmente de forma simbólica y sin el auténtico sabor de antaño. La quema de fuegos artificiales es un fantástico espectáculo de luz y sonido en un marco idóneo para aumentar su esplendor, y es el preludio del día grande de Cazorla, el 17 de Septiembre: solemne fiesta religiosa, bajada del Cuadro, y ya por la tarde la salida del Cristo del Consuelo por las calles repletas de gente para mostrar su devoción. Peculiar y extraño es escuchar, en el silencio del las calles estrechas, el sonido de las campanillas de plata golpeando la tela posterior del Cuadro y amortiguado por las cintas repletas de billetes enganchados, promesas y peticiones, de balcón en balcón. Inolvidable es su paso y parada en la plaza Vieja, allí donde nació este fervor porpular que arroja a los pies de Cristo su amor, su fé y su necesidad de Consuelo. Ya de noche, tras volver a su iglesia de San Francisco, queda en las calles el olor a cera y pólvora quemadas y el eco de un grito desgarrado:
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